Mamá:
Estas líneas no estarán cargadas
de lo que a menudo sueles leer cada 10 de mayo, pues, más allá de todas esas
palabras repletas de adulación, reconozco la realidad; la realidad de aceptar
nuestras diferencias que, en ocasiones, nos hacen debatir, y lo más importante,
reconozco los sentimientos de mi corazón.
Quizás te gustaría cambiar
ciertos aspectos de mi personalidad, esos que te sacan canas verdes.
Quizás estarías dispuesta a
desprender una parte de ti porque yo aceptara todos tus consejos sin ningún
tipo de objeción.
Quizás entregarías una parte de
tu existencia por hacerme ver lo que tú ves.
Quizás dentro de mí, sepa que
tienes razón, o quizás a veces no.
Es irónico que, a pesar de la
presunción de ese lazo tan fuerte e inquebrantable existente entre una madre y
su hija, exista la individualidad de ser, cada una, mujeres con pensamientos y
decisiones independientes; y a pesar de que no siempre asienta con la cabeza
sobre tus ideas, debes saber que te admiro...
Te admiro porque ahora que yo también soy madre,
puedo vislumbrar todo a lo que has tenido que renunciar por ejercer la
profesión más difícil del mundo.
Puedo sentir, casi como míos, todos aquellos
desvelos que, cuando yo era pequeña tuviste que sufrir.
Porque con todo tu corazón, me
educaste para ser la mujer que hoy por hoy soy.
Porque aún y en la enfermedad,
cuidaste de mí, sin importar siquiera si podías estar en pie.
Porque te
levantabas para llevarme a la escuela, quizás aún con ganas de seguir
durmiendo.
Porque día con día había comida lista en la mesa y ropa limpia en mi armario.
Porque durante años me llevaste a practicar mi deporte favorito.
Porque sufrías conmigo cada decepción amorosa.
Porque con amor y esmero, decidiste vivir la vida a mi lado, decidiste acompañar
mi camino.
Aún y cuando ya tengo mis propias alas para volar, siempre las tuyas
se agitan sobre el mismo cielo cuidando discretamente mi vuelo.
Hoy más que nunca me ha quedado
claro, que, la responsabilidad de ser madre, no termina cuando los hijos se
convierten en adultos, puesto que esa labor no termina sino hasta la muerte.
Es
por eso que quiero que sepas que te amo con todo mi corazón, y que jamás le
terminaré de dar gracias a DIOS por tu vida, porque me tocaste como mamá, y
porque le tocaste a mi hija con abuela.
Eres y serás siempre, un pedacito de mi corazón, que sin importar donde, eternamente latirá al ritmo del tuyo.
TE AMO.
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