
Recuerdo una vez que escribí un texto corto que lamentablemente no conservo y que le mostré a mi papá, aquello que escribí era triste, líneas que fueron el resultado de un programa de televisión que me gustaba ver y que había desembocado en aquellos versos; recuerdo claramente que mi papá me dijo: "Está muy bonito, hija, pero es algo muy triste", cuando él me expresó ese comentario, tuve la impresión de que pensó que era algo que yo sentía en aquel momento y jamás le aclaré que no, simplemente había trasladado el sentir de un personaje ficticio en un papel. ¡Qué maravilla!, justamente eso es lo que amo de la escritura.
Cuando escribo, desde mi perspectiva, puedo ser quien sea, puedo representar el sentimiento de quien sea, puedo observar a quien sea y plasmar en un papel sus vivencias, no me limito a escribir únicamente sobre lo que yo vivo, pienso y siento, puesto que detrás de las personas hay muchas historias y narraciones que contar, hay muchos sentimientos ajenos que, quizás, sean parte de mi propia inspiración y que pudieran convertirse en hermosas líneas.
Es grandioso poder expresar tanto con tan poco y poder vivir sentimientos de felicidad, liberación, transformación, reflexión, alivio y reinvención por medio de las palabras, y más grandioso aún, que existan personas que gusten de leer lo que escribo y que además, en ocasiones, pudieran llegar a sentirse identificadas con algunos de mis textos, o simplemente una piel que se eriza por haber tocado sus corazones o mentes.
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