
Esta vez he querido escribir sobre algo quizás de la vida cotidiana pero, no por eso con menos importancia.
No hace mucho que mi hija entró a una nueva guardería, y como toda buena madre, muy nerviosa por el primer día; sentía la angustia de que mi niña no se adaptase a esta nueva etapa.
Si se preguntan que ha pasado con ella, todo bien, ahí va habituándose poquito a poquito.
Pero bueno, no es ese el tema central sino únicamente la introducción...
Desde hace días ha llamado mucho mi atención el observar las reacciones de cada mamá o papá al recoger a sus hijos después de la jornada, y es que todos logran transmitir sus emociones a los demás que esperamos por los nuestros, cada rostro refleja el amor y la felicidad provocada por ver, casi al final del día, y después de muchas horas de ausencia, la carita feliz y emocionada de cada uno de los bebés o los niños (as) al ver a sus padres, poder mirar eso para mí es un regalo, ya que como en líneas anteriores lo dije, es una felicidad que se transmite de persona a persona.
En el lugar, no hay quien no se contagie del sentimiento.
En el lugar, no hay quien no se contagie del sentimiento.
Padres y madres extendiendo los brazos al máximo para abrazar a sus pequeños, y labios que dejan ver por completo los dientes respondiendo a una sonrisa para después, llenar de besos las mejillas de cada uno de sus chiquitines.
Si he de confesar ante ustedes mis reacciones y sentimientos, les cuento que cada día es igual de emotivo que el anterior, ansío con las mismas ganas el ir por mi hija para una vez más darle la bienvenida después de un largo día de separación entre ambas, adoro el ver como ella se emociona al verme, y con su comienzo en el arte de las palabras gritar con ahínco "mamiiiiiii" para después, sellar el reencuentro con el más fuerte y amoroso de los abrazos; es algo que día con día me llena el corazón de amor y mucha, mucha felicidad.
Les cuento esta anécdota para así recordar los pequeños regalos que nos ofrece día a día la vida, esos regalos para el alma que jamás deben pasar desapercibidos.
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