Hay días en mis días que me
pregunto por qué decidí estar.
Hay días en mis días que tus
detalles hacen brillar mi corazón.
Hay días en mis días que tu indiferencia
incita mi indiferencia.
Hay días en mis días que te miro
a los ojos y comprendo que mi mejor elección has sido tú.
Hay días en mis días que irritas
mi paz.
Hay días en mis días que descubro
que tus caricias son el alimento que mi alma necesita.
Hay días en mis días que tu conducta
sofoca mi deseo por seguir.
Hay días en mis días que tu
presencia es lo único que necesito.
Hay días en mis días que tu
ausencia despierta la ira guardada en mi interior.
Hay días en mis días que te amo hasta
morir.
Hay días en mis días que te odio sin
fingir.
Hay días en mis días que alabo tu
existencia.
Hay días en mis días que detesto
lo que alabo.
Hay días en mis días que reafirmo
las vivencias que nos unen.
Hay días en mis días que sostengo
que no hay más.
Hay días en mis días que sustento
tus ideas.
Hay días en mis días que no
entiendo tu pensar.
Y así, entre la luz de lo deseado
y la oscuridad de la aceptación del otro; he descubierto que en la unión de la
vida de dos, no habrá
perfección, no existirá en todo momento el triunfo de nuestra propia voluntad, se habrá
de admitir al otro sin reservas, sin expectativas, sin aprisionar, sin
exterminar el respeto, y sobre todo, sin olvidar la individualidad que nos distingue sobre el lazo que nos une, y
que no siempre estarán presentes los momentos perfectos, sino que, las garras
de las diferencias, de vez en cuando, acecharán el jardín de la felicidad
mutua, y será en ese momento, cuando el amor se manifieste de entre las espinas
de las dificultades y el fango de la disconformidad.
Hay días en mis días que lo
vuelvo a pensar, y sin duda, hay días en mis días, que el destello de lo que
tenemos, de lo que somos y lo vivido, me hacen aseverar que contigo, hoy y
siempre, es con quien quiero estar.
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