Yo, nerviosa como una niña de primaria a la que le iban a dar sus calificaciones, los demás, en la sala de espera del consultorio esperando a que el médico saliera y dijera la tan esperada frase: "pueden pasar", y de repente, lo hace. En ese momento me sentí más nerviosa y más emocionada que hacía 5 minutos: mi cuerpo se estremecía.
Pasé primero yo sola para la
usual consulta de chequeo, aunque esta vez yo sabía que iba por algo más que
eso, sabía que ese día finalmente a mi bebé comenzaríamos a llamarle por su
nombre. ¡Qué gran felicidad!.
Pasaron los minutos, preguntas y respuestas iban,
preguntas y respuestas venían, hasta que por fin, ¡la revisión había terminado!, ahora, el gran momento, me dirigí a la puerta para informarle a mi familia que
ya podían pasar y ahí iban todos, cada uno expresando sus emociones de forma
tan especial y única, con sonrisas, con nerviosismo, con expectativa, con
bromas, y el médico, sonriendo y abriendo paso a la felicidad tan transparente y
mágica que se estaba viviendo en ese momento.
Entre palabras y deseos cada uno
iba tomando su lugar para ver el eco del bebé, unos detrás de otros queriendo
tener la mejor vista, todo era sonrisas y nerviosismo, yo acostada en la
camilla observaba, me sentí como si estuviese en la línea de salida de una
carrera esperando a que dieran el banderazo de inicio y de pronto: se prende el
monitor y el médico comenzó a hacer su trabajo, todos hablando al mismo tiempo
expresando cada uno nuestros sentimientos y opiniones del género del bebé, ¡es
niño! ¡es niña!, solamente eso se escuchaba, opiniones de uno, opiniones de
otro, parecía un juego de adivinanzas y de repente el médico dijo: “ya vi qué
es”, todos con cara de sorpresa dijeron: ¿qué es?, mientras que el médico con
risas dijo: “no puedo decir hasta que Lessa me diga”, en ese instante todos
rieron esperando a que yo le indicara que podía comunicar la gran noticia,
en ese momento mi curiosidad no soportó más la presión y el nerviosismo, e
intempestivamente exclamé: ¡ya, dinos qué es!, y ahora el médico era el que se
reservaba la respuesta diciendo: “esperen, esperen, primero vamos a revisar que
las condiciones del bebé vayan bien”, parecía como si él también estuviera
disfrutando del momento y de la incertidumbre tanto como nosotros.
Pasó el tiempo, nos explicaba el eco, nos decía que todo iba muy bien ¡gracias a Dios!, y de repente nos dice: “bueno, ya, está todo muy bien, ¿ya quieren saber qué es?, y todos, como si la vida se nos fuera en esa respuesta al mismo compás gritamos ¡siii!. Bueno, pues tú mamá tenía razón, ¡es una niña!, en ese momento se me vinieron cientos de pensamientos y emociones a la mente, todas al mismo tiempo, sentí una inmensa felicidad y mi corazón latía a mil por hora, desde ese momento supe que ya no nos referiríamos a mi bebé como “el bebé”, ahora ya tenía un nombre.
Pasó el tiempo, nos explicaba el eco, nos decía que todo iba muy bien ¡gracias a Dios!, y de repente nos dice: “bueno, ya, está todo muy bien, ¿ya quieren saber qué es?, y todos, como si la vida se nos fuera en esa respuesta al mismo compás gritamos ¡siii!. Bueno, pues tú mamá tenía razón, ¡es una niña!, en ese momento se me vinieron cientos de pensamientos y emociones a la mente, todas al mismo tiempo, sentí una inmensa felicidad y mi corazón latía a mil por hora, desde ese momento supe que ya no nos referiríamos a mi bebé como “el bebé”, ahora ya tenía un nombre.
Mi mamá y mis hermanas muy
tranquilamente dijeron: ¡lo sabíamos!, mi papá exclamó: “perdí, yo dije que
sería niño”. Solamente se escuchaban comentarios llenos de felicidad de cada
uno de nosotros.
Indudablemente ese momento fue
tan único y especial que lo llevaré grabado en mi corazón para la eternidad,
fue un momento de compartir esa bella alegría con mis seres queridos, mi espíritu
se llena de emoción de saber que algún día mi pequeña princesa con su propia
boca le dirá al mundo: “Hola, me llamo Ivana”.
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